Hace mucho tiempo una joven viuda vivía en el castillo de Bled. Los ladrones habían atacado a su marido y tiraron su cuerpo al lago. Ella, notablemente triste y deprimida, iba todos los días a la isla a rezar en la capilla. Un día ordenó que todo el oro se fundiera para hacer una campana para la capilla. Durante el transporte de la campana hubo una fuerte tormenta que hundió la campana junto con la barca y el barquero. En las noches claras se puede escuchar el tañer de la campana desde el fondo del lago. Tras este trágico accidente, la viuda utilizó toda su fortuna para construir una nueva iglesia en la isla, tras lo cual, se fue a Roma y tomó los votos. Murió mucho años después y el Papa ordenó a Franziscus Patavinus en 1534 hacer otra campana, la bendijo y la envió a la isla. Es debido a esa bendición que se cumplirá un deseo a todo aquel que haga sonar la campana.
Isla Bled